Esperando a Goddard
He decidido desde este preciso instante dejar de referirme a dios por este apelativo. En su lugar voy a llamarle Goddard. He decidido esto porque ya que nadie puede demostrar si existe o no, no será muy grave cambiarle el nombre. Si existe seguro que me lo agradecerá. Nadie ha pensado que, si existiese, pudiese estar cansado de que la gente lo llamase por su oficio durante milenios enteros? A mí me molestaría que nadie se tomase la molestia de preguntarme como me llamo (nota: y si resulta que su nombre es impronunciable, pues no se le nombra y punto). Y, por otra parte, si da la casualidad de que no existe, entonces que más da que le llame de una forma u otra. La gente que insite en llamarle por ese arcaico apelativo tal vez esté mostrando más irreverencia que respeto por esa entidad en la que dice creer. En primera instancia porque si se refieren a él (o ella... o mixto con queso) por su oficio le estárían desprendiendo de su calidad de entidad para transformarlo en u na idea abstracta que flotaría junto al amor y a la inteligencia: meras abstracciones, fruto de la psique humana. Así que dejarían al pequeño Goddard al nivel de un cortocircuito neuronal. Podría ser entonces sólo la abstracción de una necesidad de creer genuínamente humana? Para los que no crean, les dará igual todo mi discurso, para ellos sólo seré un loco que llama por su nombre a.... a algo.
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