Soledad
La soledad es gritar en un vagón repleto de gente y darte cuenta de que nadie te escucha. Siempre ves movimiento, pero no són más que fantásmas, que recorren el escenario de nuestra vida sin dejar huella en él.
Todo depende del modo en que te afecte. La soledad es un regalo y un castigo. Yo siempre he buscado compañía. Para huír de ese sentimiento me he refugiado entre gente con la que no me sentía a gusto, he hecho cosas de las que me arrepiento y me he reido por mil cosas que no me hacían gracia. Tardé en darme cuenta de que la soledad precisamente se da cuando estás rodeado. Por temporadas me voy recluyendo...alejandome de todo contacto...y entonces la soledad apenas se hace notar. Porque? Porque soy yo quién está solo conmigo. No soy yo cuando salgo. No soy yo cuando me rodeo de gente: me convierto en un animal que lucha por conseguir compañía, cariño, calor... Pero estar entre tanta gente sólo me hace concienciarme del frio que hay a mi alrededor. Cada persona, cada rostro es un ladrillo en el muro de hielo que se alza a mi alrededor.
En la discoteca, cuando dejo de bailar, cuando la sangre encendida por el fragor del movimiento vuelve a templarse...miro a mi alrededor... y me mareo. La sangre se hiela en mis venas. Todos los rostros se vuelven máscaras. La felicidad es un artificio mantenido a base de copas y porros. Realmente que hay ahí? Que hago yo en medio de esa gente? Repetir, porque el fín de semana siguiente volveré... volveré a escuchar mis canciones, bailarlas como un poseso y luego marearme mirando a la gente...paseando como un zombie entre empujones y soportando sus miradas de asco.
No sé si es asco, tampoco sé si me miran. No importa: es la sensación. La sensación de que todo ese calor proviene de una estufa y no de mil cuerpos apretados en ese antro de luz rojiza.
Y volveré. Volveré a hacer el gilipollas, reirme de cosas que no hacen gracia, gritar a todo aquel que conozca y a compartir el aliento con algún otro borracho en cuanto menguen las fuerzas. Luego volveré a marearme... querré salir, querré huír... y lo más parecido a lo que llamaría un buen ambiente se convertirá en un enorme monstruo amorfo que amenaza con tragarme.
Volveré a casa solo, enfundado en mi abrigo...en un vagón practicamente vacío... con almas errantes que tal vez se preguntarán que coño hacen ahí...o tal vez no...
Todo depende del modo en que te afecte. La soledad es un regalo y un castigo. Yo siempre he buscado compañía. Para huír de ese sentimiento me he refugiado entre gente con la que no me sentía a gusto, he hecho cosas de las que me arrepiento y me he reido por mil cosas que no me hacían gracia. Tardé en darme cuenta de que la soledad precisamente se da cuando estás rodeado. Por temporadas me voy recluyendo...alejandome de todo contacto...y entonces la soledad apenas se hace notar. Porque? Porque soy yo quién está solo conmigo. No soy yo cuando salgo. No soy yo cuando me rodeo de gente: me convierto en un animal que lucha por conseguir compañía, cariño, calor... Pero estar entre tanta gente sólo me hace concienciarme del frio que hay a mi alrededor. Cada persona, cada rostro es un ladrillo en el muro de hielo que se alza a mi alrededor.
En la discoteca, cuando dejo de bailar, cuando la sangre encendida por el fragor del movimiento vuelve a templarse...miro a mi alrededor... y me mareo. La sangre se hiela en mis venas. Todos los rostros se vuelven máscaras. La felicidad es un artificio mantenido a base de copas y porros. Realmente que hay ahí? Que hago yo en medio de esa gente? Repetir, porque el fín de semana siguiente volveré... volveré a escuchar mis canciones, bailarlas como un poseso y luego marearme mirando a la gente...paseando como un zombie entre empujones y soportando sus miradas de asco.
No sé si es asco, tampoco sé si me miran. No importa: es la sensación. La sensación de que todo ese calor proviene de una estufa y no de mil cuerpos apretados en ese antro de luz rojiza.
Y volveré. Volveré a hacer el gilipollas, reirme de cosas que no hacen gracia, gritar a todo aquel que conozca y a compartir el aliento con algún otro borracho en cuanto menguen las fuerzas. Luego volveré a marearme... querré salir, querré huír... y lo más parecido a lo que llamaría un buen ambiente se convertirá en un enorme monstruo amorfo que amenaza con tragarme.
Volveré a casa solo, enfundado en mi abrigo...en un vagón practicamente vacío... con almas errantes que tal vez se preguntarán que coño hacen ahí...o tal vez no...
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