Tempus Fugit
Recuerdo estar sentado tardes enteras en el pasillo de la antigua casa de mi abuela. Todo olí a viejo allí, en aquel pequeño piso en Balmes, donde había crecido mi madre y ahora habitaban en silencio mis abuelos.
Mi hermano siempre ha sido mucho más de ese estilo de vida, pero yo siempre he necesitado acción, emociones nuevas. Claro que mi abuelo, que por entonces padecía de parkinson, poco me podía ofrecer. Yo, resignado, ocupaba mi tiempo como podía, y que mejor entretenimiento que sentarme delante del enorme reloj de pendulo?
Se trataba de un alto reloj de madera, ornamentado con detalles dorados. Habían dos puertas de cristal: una para acceder al mecanismo pendular, y la otra para acceder a las barrocas agujas.
Si algún día tuviese que recurrir a alguna imagen para describir el paso del tiempo seguramente sería a este reloj al que recurriría...tan majestuoso... Incluso sus agujas tenían una forma arrogante de moverse... tan señoriales...
Cada momento en que las agujas señalaban la hora, empezaba a retumbar un campaneo que llenaba el vacío de todo el piso (y de los siguientes). Eran una terrible cacofonía que señalaba el arrollador paso del tiempo mejor que los mil litros de tinta de mil escritores. Tal estruendo no podía dejarme indiferente, y me llenaba el cuerpo de tal angustia que aún me recierdan que por aquella epoca no podía dejar de pensar en la muerte y en la vejez. Me abrazaba a mi madre llorando, pidiendole que no envejeciese nunca...imaginandola arrugarse como una pasa hasta consumirse para siempre...
Y sobre el cuadro del reloj había una chapa con dos palabras: Tempus Fugit.
Ahora mi abuela, viuda, se ha mudado a un piso colindante al nuestro, y cada vez que voy a mi habitación puedo escuchar retumbar las campanadas del reloj, uno de los pocos supervivientes del piso de Balmes, para recordarme que el tiempo pasa....
Tempus Fugit
Mi hermano siempre ha sido mucho más de ese estilo de vida, pero yo siempre he necesitado acción, emociones nuevas. Claro que mi abuelo, que por entonces padecía de parkinson, poco me podía ofrecer. Yo, resignado, ocupaba mi tiempo como podía, y que mejor entretenimiento que sentarme delante del enorme reloj de pendulo?
Se trataba de un alto reloj de madera, ornamentado con detalles dorados. Habían dos puertas de cristal: una para acceder al mecanismo pendular, y la otra para acceder a las barrocas agujas.
Si algún día tuviese que recurrir a alguna imagen para describir el paso del tiempo seguramente sería a este reloj al que recurriría...tan majestuoso... Incluso sus agujas tenían una forma arrogante de moverse... tan señoriales...
Cada momento en que las agujas señalaban la hora, empezaba a retumbar un campaneo que llenaba el vacío de todo el piso (y de los siguientes). Eran una terrible cacofonía que señalaba el arrollador paso del tiempo mejor que los mil litros de tinta de mil escritores. Tal estruendo no podía dejarme indiferente, y me llenaba el cuerpo de tal angustia que aún me recierdan que por aquella epoca no podía dejar de pensar en la muerte y en la vejez. Me abrazaba a mi madre llorando, pidiendole que no envejeciese nunca...imaginandola arrugarse como una pasa hasta consumirse para siempre...
Y sobre el cuadro del reloj había una chapa con dos palabras: Tempus Fugit.
Ahora mi abuela, viuda, se ha mudado a un piso colindante al nuestro, y cada vez que voy a mi habitación puedo escuchar retumbar las campanadas del reloj, uno de los pocos supervivientes del piso de Balmes, para recordarme que el tiempo pasa....
Tempus Fugit
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