Lost in translation
Hace algún tiempo ví la fantástica Lost in Translation, con Bill Murray. Sinceramente quedé impactado por la grandeza de la historia y el poder de la directora. Se ha de ser muy bueno para evitar que esa historia cayese en el aburrimiento. Un relato de sentimientos no pronunicados (el paradigma del cine) perfectamente orquestrado en su ritmo y puesta en escena.
En la historia se tratan muchos temas que sólo se pueden comprender con la experiencia y con la edad, pero todo ellos resultaba tan palpable... era como ver los sentimientos de los personajes flotando en un fantásmagorico Tokio. Es increible también la representación agdulta y madura de la decadencia del pueblo japonés y américano, reflejos en sí de los males de occidente, nuestra cultura.
Sin embargo, de esta historia de almas perdidas (cómo todos somos...fantasmas vagando entre fantasmas, sólo hay que ver la escena del ascensor para hacer se una idea gráfica del asunto... o ver la puesta en escena vienesa actual de la boheme), lo que más me llamó la atención es el juego de amor/tentación/sexo que se da en la pelicula. Murray y Johanson establecen a lo largo de la historia un código en el que participamos todos, pero que és la clave de una relación. Los sentimientos són palpables...pueden hablar con miradas al final de la pelicula (sólo hay que ver los ojos de los actores en la escena final). Johanson pasa, al establecer esa relación de códigos, a ser la tentación de Murray. Murray tiene su familia y, por lo que se nos da a entender, la llama se apaga (como en toda familia). Johanson (el tercer miembro de toda relación) también se encuentra deshubicada y por lo tanto se vuelca en Murray, una persona con la que consigue comunicarse sin palabras. Los códigos són lo fundamental de la pelicula, cómo en la duración de toda pasión. Lo que llama más la atención es cómo Coppola sabe dar la importancia del códiga al desarrolar la escena en que Murray se acuesta con la antante del hotel. Eso ni siquiera se considera un engaño a su pareja, no es ni tan siquiera una tentación, porque no hay código sino sólo sexo. En cambio, a pesar de no haberse acostado con ella, Johansón es la pieza de la infidelidad. Así la pelicula pone de manifiesto la importancia de los códigos y de los sentimientos, dando una nueva dimensión que aún no he podido ver plasmada en ningún libro o pelicula del amor. Los tiempos cambian, y los códigos también. Esta es una pelicula de amor en tiempos actuales sobre almas errantes que nos reflejan a nosotros, también errantes en parajes de compañía artificial.
Creo que esta se convertirá en una pelicula referente dentro de algún tiempo, y me alegro de que haya tenido su merecido exito. La verdad esque invita a desarrollar sobre muchos más temas, pero a mí me chocó particularmente este. En todo caso, la recomiendo fervientemente a toda persona que aún crea en los sentimientos del ser humano y a cualquier cinefilo que se precie.
En la historia se tratan muchos temas que sólo se pueden comprender con la experiencia y con la edad, pero todo ellos resultaba tan palpable... era como ver los sentimientos de los personajes flotando en un fantásmagorico Tokio. Es increible también la representación agdulta y madura de la decadencia del pueblo japonés y américano, reflejos en sí de los males de occidente, nuestra cultura.
Sin embargo, de esta historia de almas perdidas (cómo todos somos...fantasmas vagando entre fantasmas, sólo hay que ver la escena del ascensor para hacer se una idea gráfica del asunto... o ver la puesta en escena vienesa actual de la boheme), lo que más me llamó la atención es el juego de amor/tentación/sexo que se da en la pelicula. Murray y Johanson establecen a lo largo de la historia un código en el que participamos todos, pero que és la clave de una relación. Los sentimientos són palpables...pueden hablar con miradas al final de la pelicula (sólo hay que ver los ojos de los actores en la escena final). Johanson pasa, al establecer esa relación de códigos, a ser la tentación de Murray. Murray tiene su familia y, por lo que se nos da a entender, la llama se apaga (como en toda familia). Johanson (el tercer miembro de toda relación) también se encuentra deshubicada y por lo tanto se vuelca en Murray, una persona con la que consigue comunicarse sin palabras. Los códigos són lo fundamental de la pelicula, cómo en la duración de toda pasión. Lo que llama más la atención es cómo Coppola sabe dar la importancia del códiga al desarrolar la escena en que Murray se acuesta con la antante del hotel. Eso ni siquiera se considera un engaño a su pareja, no es ni tan siquiera una tentación, porque no hay código sino sólo sexo. En cambio, a pesar de no haberse acostado con ella, Johansón es la pieza de la infidelidad. Así la pelicula pone de manifiesto la importancia de los códigos y de los sentimientos, dando una nueva dimensión que aún no he podido ver plasmada en ningún libro o pelicula del amor. Los tiempos cambian, y los códigos también. Esta es una pelicula de amor en tiempos actuales sobre almas errantes que nos reflejan a nosotros, también errantes en parajes de compañía artificial.
Creo que esta se convertirá en una pelicula referente dentro de algún tiempo, y me alegro de que haya tenido su merecido exito. La verdad esque invita a desarrollar sobre muchos más temas, pero a mí me chocó particularmente este. En todo caso, la recomiendo fervientemente a toda persona que aún crea en los sentimientos del ser humano y a cualquier cinefilo que se precie.
4 comentarios
Caronte -
Las cosas no siempre són tan planas, por mucho que se quiera ser imparcial no se puede obviar el trabajo hecho en esa pelicula.
goleech -
goleech -
el_espectador -