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Spleen

La memoria de los peces.

Supongo que la noticia de que un par de jóvenes de 18 años, acompañados de otro de 17, quemaron, tras darle una paliza, a una indigente habrá dado la vuelta al país. Este crimen salió grabado en cámaras de video de un cajero y el titular que acompañaba la noticia es que los jóvenes estaban riendose de sus maldades. No sé donde estaba la noticia: que una jóvenes cometen un acto de elevada crueldad riendo no es ninguna noticia. Sería noticia si hubiesen estado serios. El hombre es cruel desde su nacimiento y, de la misma manera que un niño mira sádicamente a la mariposa a la que arranca las alas, estos tipo contemplaban su obra, como el Ché debió contemplar a los muertos en batallas revolucionarias o Napoleón debió mirar un campo de batalla. Enseguida me vinieron a la mente las imagenes de la pélicula de Stankey Kubrick, La Naranja Mecánica, en el momento en que Alex Delarge y sus drugos le dan, riendo, una paliza a un vagabundo. Arthur Burguess escribió la naranja mecanica a raíz de un suceso que le había pasado a una persona cercana a su entorno y el triunfo de la pelicula sumado a esta noticia nos permite discernir que el tema de la violencia es universal y atemporal. Siempre hemos vivido con ese demonio, no es nuevo, ni producto de películas, ni de libros ni videojuegos. De la misma manera que antes estaba bien visto que los soldados ganadores saqueasen las ciudades del ejercito derrotado, asesinasen a sus habitantes y violasen a sus mujeres, hoy en día intentamos renegar de ese pasado que, no obstante, no dejará de pertubar nuestros sueños.

Hay otro tema al respecto sobre el que me gustaría dar mi opinión y es sobre cómo han tratado en La Vanguardia la historia de la indigente. Halban de quién había sido: una mujer de 50 años que había sido banquera, tiene una hija de 24 y que abandonó a su familia para ponerse a vagabundear. La verdad, si algún día me muero, espero que no me toque ese cronista para relatar mi vida. No nos sirven los "qué", lo que nos interesa es el "porqué". Esa persona tenía un problema con el mundo y nadie se paró a intentarla comprender, y ahora que ha muerto, nisiquiera se va a intentar comprender lo que fue. Es muy facil decir que simplemente se puso a dormir en la calle, a la gente no le interesa saber los demonios internos que llevan a una persona a abandonar la vida, esa rutina en la que tanto nos hemos acomodado, y abrazar una nueva forma de ver las cosas. Se trata el tema con tan poco tacto que parece que el hecho de vagabundear sea la etapa final de una especie de cancer social que iba cangrenando por dentro a la señora. Es muy facil desentenderse. Las cosas pasan porque sí. Como podemos culpar entonces a los niños que rien cuando matan si nosotros mismos estamos insensibilizados antes la muerte de esa misma persona. Seamos honestos, si esta señora hubiese muerto congelada en las calles, sólo sería un número en las estadísticas, y todos seríamos sus asesinos, mientras riesemos por lo bello de la navidad. A nadie le importa lo que hacen los olvidados, ni porqué han sido olvidados... pero si su muerte saca a relucir lo peor de nosotros mismos... entonces nos acordamos de ellos... pero siempre guardando las distancias, no sea que se nos vaya a evaporar la risa.

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