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Spleen

El hotel de los líos

Recuerdo una vez en que viajé a Berna, en suiza. Compartí habitación con tres colagas. En cuantos llegamos estalló la tipica discusión por ver quién dormía arriba o abajo en las literas. Yo encontré la solucióm: hice desmontar todas las camas, y las plantamos todas en el suelo, pcupando por completo el poco espacio de suelo que había.
Por cuestión logística, nos vimos obligados a cambiar un armario de sitio. Al hacerlo, el tambaleo hizo caer de lo alto de su superficie unos enormes calzoncillos Calvin Klein. Estos acabaron salindo volando por la ventana y estampandose contra el suelo. Las sigueiente hora la pasamos observando intermietentemente las reacciones de la gente. A veces se apartaban, otras hacían ver que ni siquiera reparaban en él, pero lo más sorprendete era asomarse de vez en cuando y ver que el calzoncillo había cambiado de posición (incluso algún alma perdida lo había colgado de una barandilla).
Estabamos todos de pie sobre nuestras camas (ya que habíamos ocupado toda la superficie transitable con la reforma de las camas) cuando se me ocurrió la maravillosa idea de cerrar las persianas (el sol de verano es insoportable, sea donde sea). Franciso fué el encargado. Pero fue la atención de todos la que se concentró en esa persiana cuando vimos caer un cacho. Si. Un cacho de persiana. Fran siguió bajandola y calló otro cacho de persiana. Ya habíamos tapiado media ventana a base de cachos. Cuando cayó un tercer cacho decidí actuar (aún pensarían que nos la habíamos cargado nosotros). Subido a un taburete (apoyado a su vez en una de las camas) me puse a destornillar la caja de la persiana mientras dos de los chicos me ayudaban a subir uno de los cachos. En ese momento entró uno de los monitores que acompañaba al grupo.
Imaginaos la escena. Cuatro chicos desmontando la caja de una persiana cuya mitad (no se apreciaba que eran varios cachos de persiana) se había desprendido, y estos chicos se apoyaban sobre unas camas que hace un par de horas eran unas literas. Y cuando se supone que esa persona iva a preguntarnos que coño estabamos haciando (el coño no lo dijo en ningún momento, pero estoy seguro de que lo pensó) apareció volando el calzoncillo. El mísmo calzoncillo que ayó de lo alto del atrmario y que tiramos a la calle volvió volando por la ventana (el poco espacio que había) a su "hogar". Os aseguro que es la escena más surrealista que he tenido la ocasión de vivir.
En cuanto nos dejaron solos (el monitor desapareció sin poder aguantar su risa) decidí que era un buen momento para salir. Echamos el calzoncillo a la calle y cerramos la tapa de la caja de la persiana. Y así dejamos la habitación, con la poca luz que se podía filtrar, con media persiana caída a cachos.
En cuanto llegamos la calle nos encontramos con nuestro viejo amigo Calvin (el lector perspicaz habrá supuesto que no nos referimos al colega estadounidense llamado, mira tú que cosas tiene la visa, Clavin, sino al calzoncillo). Fernando, otro de los chicos con quién compartía la habitación cojío el calzoncillo y fijó su objetvivo. Era evidente: La ventana abierta de par en par de la habitación de las chicas. Fue un lanzamiento limpio. En seguida pudimos oír el chillido de las chicas. Supongo que lo último que esperaban ver era un calzoncillo entrando en su habitación via aerea. Dime tú si cuando te estas maquillando/arreglando estas pendiente de la llegada de un calzoncillo volador por la ventana...

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